Soy de esta ciudad que te vende buzones llenos de cartas documentos... total nunca llegan en tiempo y forma.
Me siento un payaso de locura ordinaria.
Soy de la época del vinilo.
Me presento como un sobreviviente de esta Argentina ultrajada.
Tuve mi momento de gloria... y de Ludmila también.
Llevo una vida gitana pero no soy de la colectividad, tampoco soy judío pero me alucina su gastronomía.
Tengo las manos delicadas como ladrón sin destino pero soy capaz de arrancar la corona de espina de cualquier Jesucristo que deambula por calles empedradas... como empedrada está mi alma, sedienta de amor y ternura.
Leo hasta lo que no fue escrito y escribo lo que otros no saben entender.
Soy un vendedor de fantasías... a las cuales no compraría y compro tu tiempo con filosofía urbana.
Consumo como droga total y absoluta la música del mundo; lo que tengas... lo que vendas... lo que vea de música trato de jalar.
Aquí en Buenos Aires tenemos al cristianismo como religión general pero a Jesús le quitamos la santidad y vuelve a ser judío, le ponemos una camisa y un jean y ya es mormón, aunque lo podemos hacer engordar y lo convertimos en Buda... todo vale.
Es una urbe muy loca en su tránsito, así que conduzco de acuerdo a mi instinto e imprudencia.
Esta ciudad se ha tragado a varios de los míos y les dicen desaparecidos.
Me ha enseñado a andar con documento y sin una libreta de anotaciones.
Sé lo que es ser humillado por la ley y en mis retinas conservo muertes absurdas.
Sé de códigos barriales.
Soy de los que piden dos cafés aunque a veces... uno se enfríe.
Sé lo que es perder un Amigo en la batalla dela vida.
He pintado paredes que suelen emocionar a transeúntes.
He hecho afiches a músicos... que solo un recital de amigos han dado.
A esta ciudad le he entregado hijos que a su vez le han entregado hijos.
Le he entregado hasta el amor de mi vida.
Y por cada caricia que me regala, diez cachetazos he cobrado.
Suelo ser melancólico mas no tanguero.
Sin embargo el color león del Río de la Plata siempre me roba un lagrimón.
Suelo estar donde mi mente me abandona y el corazón toma su lugar.
Lo sé... esta ciudad todavía late en mis venas como yo circulo en las de ella.
Por eso me quito el bocho y los saludo:
«¡¡¡Bienvenidos a mi humilde morada de sentimientos!!!»
Raúl Bulacio