Una rosa se desvaneció en una niebla de monotonía
y el ruido del mundo...
no dejó oír su partida.
Ella, que aceptó su fortuna sin un desliz,
soportó avatares de un amor...
con sabor a invierno.
Ha apostado a la vida,
en una selva de cemento,
sin claudicar ante el destino.
Con un corazón lleno de luz y color...
cada día elevaba las velas de su desvencijado barco
a pesar de que esperaba otro amanecer
y una noche estrellada de pasión.
Sus labios se llevaron
un beso no concretado,
ante su confesión tardía,
de un amor, que las estaciones se devorarán.
El color de sus pétalos se fueron perdiendo...
sin que la estúpida rutina,
pudiera detener el tiempo.
Con sueños de que todo ira mejor...
se fue secando por dentro.
Y su sonrisa se fue desdibujando
al sentirse sola y sin amor.
Adiós dulce flor...
tus pétalos seguiran perfumando
a pesar de las tormentas...
y del dolor de tu partida.
Raúl Bulacio
