Un velador...
una libreta y una birome...
siguen buscando historias, que se pierden
en un cerebro que se va secando
y el maldito tiempo que no quiere detenerse
segundo tras segundo...
los granos de arena se siguen sumando en el reloj.
Todo necesita su ciclo
pero a la vez ese periodo suma arrugas
y esos pliegues, si no tienen matices,
son solo llaves de puertas que no fueron abiertas.
En un mundo que nos sigue avasallando
hasta con pestes no deseadas
y los devotos siguen rezando
a dioses que no detienen una pandemia.
Nunca es el momento preciso...
porque seguimos siendo actores
en este puto escenario que le llaman vida
donde nos engañamos día a día.
Pero seguimos ahí, buscando la bendita puerta...
esa que le llaman felicidad
sin darnos cuenta de que se encuentra en pequeños momentos,
algunos son tan pequeños que cabrían en una hoja de trébol
y tienen más valor que todo el dinero del mundo.
Pero esta biografía parece no ser vista
si no es apreciada en un teléfono móvil,
allí donde cada uno disfraza sus miserias
convirtiéndola en una novela pasional.
Y los hijos... que hoy no quieren tener hijos,
se vinculan entre pares de su mismo sexo
haciéndolo parecer normal,
mientras los heterosexuales se sienten herejes de esta tierra.
En tanto nuevos pregoneros, sin sentir culpa,
inventan un nuevo idioma y lo llaman inclusivo
cuando no se pueden saborear las palabras para poder decirlas
ya que, depende a quién se dirijan, es como hay que expresarse.
Nos estamos matando de a poco...
y lo peor es que no nos damos cuenta,
recojemos la piedra y la sumamos a la mochila
sin mirarla a ver si se puede pulir para lograr que sea un diamante.
Y así sigue la vida...
entre malas desiciones populares que se convierten en populismo,
mirando una pantalla antes que a un libro,
aceptando a gurúes de plástico que solo vociferan engaños
y mientras, la mierda nos van tapando.
Raúl Bulacio
